Me pides que confíe ciegamente. Que crea en tus palabras y tus promesas. Que me tape los ojos y los oídos y me deje llevar por ti. Pero hay un coro en mi cabeza que me dice que no lo haga. No quiero sufrir. El corazón que llevo encima ya no tiene ganas de aguantarse en pie. Le cuesta dar cada paso. Por favor, no lo rompas. Porque cuando abra los ojos no quiero que de ellos caigan lágrimas, y cuando por fin pueda escuchar, no quiero que mis labios pronuncien unas palabras de odio. Quizás sea muy inocente todavía. Quizás odie crecer y darme cuenta de que los chicos solo buscan llevarte a la cama. Tú dices que no. Que no eres de esos...
Pero, todo es mentira. Al igual que lo son tus besos y tus sonrisas. Montaste un cuento alrededor de una falsedad, y cubriste tus excusas con papel de seda para que fuera más fáciles de creer. Dices que no eres como ellos; pero tú no tocas mi corazón; tocas mi cuerpo. No me robas mi atención; me robas mi ropa interior. Tú; no me haces reír. De hecho; tú, no me quieres; me deseas.
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