Lento compás. Una respiración regular, tranquila y pausada. Casi podría ver el paraíso con el que debe estar soñando, la sonrisa inocente en su cara le delata. Y es que, cuando te sientes mal, o cuando simplemente no tienes el día, ver a tu principito dormir es como una dosis de calma inyectada en vena, es una sonrisa inconsciente que se te coloca en la cara sin apenas darte tiempo a pensarlo, es envidiar a sus sueños, por poder tener un encuentro tan tranquilo, tan... único.
Lo ves como un pequeño ángel -todo lo contrario del terremoto que es cuando despierta-. Te da pena casi respirar, por el miedo a perturbar su calma. Es como una pluma blanca, impecable, pura y sincera, que simplemente ha decidido parar tu tiempo y hacer que centres toda tu atención.
El simple hecho de verlo dormir, es como una nana, es como una sobredosis de tranquilizantes, un sedante natural que me hace sentir simplemente en paz. Da igual lo raro que sea el día, lo nublado que esté el cielo. Da igual si antes de verle estaba estresada con los estudios, da igual si venía enfadada por haberme levantado con el pie izquierdo. Juro que nunca he sentido una calma igual bailándome por dentro y calmando cada espacio de mi ser. Juro que... juro que nunca antes había llegado a amar a alguien así como le amo a él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario