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jueves, 24 de mayo de 2012
Si no sabes que decir, no lo digas, con un beso basta
Tiemblo de rabia tirada sobre la cama. Tengo los pies acurrucados contra el pecho y la cabeza escondida en el pequeño hueco que se forma entre ambos. Mis mejillas se empapan de gruesas y largas lágrimas que resbalan por ellas hasta caer y formar gordas manchas mojadas en mi pantalón. Un fino cordón de sangre brota de mi boca debido a la herida que producen mis colmillos al apretar fuertemente mis labios contra ellos. En mis ojos abiertos como platos el iris se ha oscurecido tanto, que parecen profundos lagos negros. Mi yugular parece a punto de estallar y lo único que oigo es el latido acelerado de mi corazón. Me digo para mí que soy fuerte. Pero el recuerdo de ellos, gritándome que soy una cobarde me hace apretar aún más el peluche que se refugia en mi regazo. Los colmillos se abren paso a través del labio. Sorbo, y el sabor salado de las lágrimas, los mocos y la sangre me hace toser. "Eres débil y cobarde". Tienen razón. Si fuera valiente, me enfrentaría a los problemas y no me quedaría como una cervatilla consciente de que el león es lo último que verá. Y lo peor de todo, es que esa pobre cierva, esconde una fiera dentro que no sabe como sacar.
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